Monte Abu es un lugar sagrado, la montaña sagrada del Gujarat
ya citada en el Mahabharata.
Los templos, construidos por la rica comunidad
jaina, son realmente espectaculares: cinco templos elaborados con mármol,
hechos con la devoción de quien considera que el trabajo es creación. Templos
en los que cada friso, cada columna, son esculturas intrincadas en la piedra,
talladas con una perfección tal, que los dioses, los bailarines, los animales,
las escenas religiosas, parecen tener vida. Imágenes que explican más que las
palabras; imágenes que aunque pasases años contemplándolas serías incapaz de
asimilar. Tus ojos no están preparados para tanta belleza.
Los jainias, cuya religión impide dañar cualquier jiva, se
caracterizan por su pacifismo, llegando a barrer el suelo que pisan con
delicadeza, con el fin de no dañar el alma de ningún ser vivo. Para ellos, el
agua, el aire, el fuego, las plantas, son seres vivos que deben ser respetados.
La naturaleza es alma y cada alma es pura. Se someten a una férrea disciplina
en la que para alcanzar la liberación del ánima siguen la vía del ascetismo, la
meditación, el rechazo a las pasiones, a los apegos... No creen en las castas y
los negocios deben hacerse de forma justa y honrada. Algunos de ellos van
desnudos como símbolo de pureza, y en las comunidades se admiten monjas que
pueden verse en los templos orando o haciendo puja ante sus deidades. Este
ascetismo contrasta con los templos: si bien desde el exterior no muestran
ningún signo de riqueza, una vez que traspasas el umbral, te encuentras en un
interior profusamente decorado con esculturas de mármol que tardaron más de
catorce años en esculpirse por una legión de albañiles.
En los templos jainas pueden aparecer representadas divinidades
hindúes, aunque los temas más frecuentes son los referentes a Mahavira y los
Tirthankara (los 24 profetas santificados que precedieron a Mahavira). Mahavira
('gran héroe') es el nombre que se da a Vardhamana, el fundador de la religión
jaina; se le representa erguido o sentado sobre un trono, acompañado de un león
(su símbolo) y en ocasiones con el cuerpo dorado. Su actitud es siempre
estática, frontal, y sus ojos, abiertos, muy grandes y almendrados, pueden
estar incrustados en piedras preciosas o plateados. Los demás Tirthankara
tienen la misma actitud, pero se diferencian entre ellos por el color de su
cuerpo y por el animal que les acompaña; así por ejemplo, Adhinath, el primero
de ellos, tiene el cuerpo amarillo y su emblema es el toro; Suparshvanata, el
séptimo, es de color verde, va acompañado de una cobra de siete cabezas y lleva
una svástika; Neminath, el vigesimo segundo, lleva una concha marina y su color
correspondiente es el rojo. Los profetas aparecen siempre desnudos (como los
monjes de la rama jaina de los dingambara, 'vestidos de aire'), frontales,
hieráticas, inexpresivas, con los ojos grandes muy abiertos.