El hombre se adapta a su medio como
cualquier especie animal y así los países del Sudeste Asiático han
integrado su paisaje humano en el medio acuático desde hace siglos. En
la época de monzón, que va de junio a octubre, las lluvias alimentan el
curso de los ríos y el agua inunda grandes extensiones de terreno. Esta
metamorfosis en el paisaje ha motivado que, desde tiempos remotos,
muchas comunidades fijaran su residencia en medio del agua, fuente de
alimento y una vía de comunicación eficiente para el intercambio
comercial.
Se han formado pueblos con casas junto al río y sobre el río, que durante la temporada de lluvias, pueden extenderse hasta diez veces más de su tamaño inicial. En estos pueblos las casas flotantes se desplazan periódicamente dependiendo del nivel del agua.
Hay dos tipos diferentes de casas. Las que están fijas sobre pilotes de bambú y que se alinean en las orillas. Los postes de bambú, robustos y flexibles para soportar las corrientes más violentas, pueden alcanzar los 6 metros de altura. Suelen tener una o dos habitaciones, y se abren hacia un embarcadero. Cuando la marea está baja, se accede,a la casa por una escalera desde la orilla, y con la marea alta, los barcos amarran en la puerta.
Un segundo tipo son las casas que carecen de anclajes permanentes y que se mantienen a la deriva sobre pontones o bidones de gasolina vacíos. Estas viviendas de muy distinta naturaleza, lo que demuestra la diferencia de clase entre los habitantes, se alinean formando canales por donde serpentean hábilmente las embarcaciones, vehículos por excelencia de esta comunidad, y muchas veces convertidas en tiendas ambulantes.
La fisonomía del lugar viene determinada por la pesca, que es fuente de sustento de la mayoría de los habitantes, aunque se realizan muchas actividades alrededor de este sector como, por ejemplo, la construcción de embarcaciones, la fabricación de redes de arrastre o el propio proceso de envase y deshidratación del pescado. El pescado y los crustáceos, también son, como no, la base de la dieta de los lugareños que complementan con arroz, huevos y verduras.
Una característica de muchas casas flotantes es la trampa para peces, un agujero cubierto en el suelo de la casa bajo el que queda flotando una red. Los habitantes del delta han utilizado este método para pescar durante generaciones
Estas aldeas, para muchos turistas, bucólicos parajes fuera del tiempo, están sometidas a unas condiciones de vida difíciles y registra un índice de pobreza elevado. No cuentan con electricidad, gas o agua corriente. Los habitantes de estos pueblos consumen el agua contaminada del lago lo que provoca graves problemas de salud.
En estos pueblos flotantes predomina una mayoría vietnamita que convive con distintas etnias como la minoría musulmana, la cham, la china y los camboyanos. A pesar de la diferencia cultural, y también religiosa, parecen convivir pacíficamente en los poblados, así cada familia celebra sus rituales culturales y religiosos con naturalidad.
Los descendientes de estas tierras inundadas han mantenido las tradiciones de sus ancestros, pero no han renunciado al bienestar de la modernidad. Muchos tienen instalada una antena parabólica en la azotea. Tampoco faltan los establecimientos propios de una urbe postindustrial: gasolineras, desguaces, talleres mecánicos, y boutiques de estética como peluquerías, tiendas de moda o salones de belleza.
Aunque este particular estilo de vida ha condicionado los hábitos de la gente también ha dejado mella en sus cuerpo. Se registran muchos casos de desviación de columna vertebral o problemas de rodilla y cadera, ya que muchas personas habitan en barcas diminutas que les impiden mantener una postura erguida o dormir con el cuerpo extendido.
Esta geografía humana, forjada en los hábitos más cotidianos, tiene su continuidad en las nuevas generaciones que asoman por la ventana de sus chozas. Cuando llegan las hordas de turistas, eso sí, se suben a la barca y reman hacia ellos para llamar su atención y conseguir algún dólar.
Se han formado pueblos con casas junto al río y sobre el río, que durante la temporada de lluvias, pueden extenderse hasta diez veces más de su tamaño inicial. En estos pueblos las casas flotantes se desplazan periódicamente dependiendo del nivel del agua.
Hay dos tipos diferentes de casas. Las que están fijas sobre pilotes de bambú y que se alinean en las orillas. Los postes de bambú, robustos y flexibles para soportar las corrientes más violentas, pueden alcanzar los 6 metros de altura. Suelen tener una o dos habitaciones, y se abren hacia un embarcadero. Cuando la marea está baja, se accede,a la casa por una escalera desde la orilla, y con la marea alta, los barcos amarran en la puerta.
Un segundo tipo son las casas que carecen de anclajes permanentes y que se mantienen a la deriva sobre pontones o bidones de gasolina vacíos. Estas viviendas de muy distinta naturaleza, lo que demuestra la diferencia de clase entre los habitantes, se alinean formando canales por donde serpentean hábilmente las embarcaciones, vehículos por excelencia de esta comunidad, y muchas veces convertidas en tiendas ambulantes.
La fisonomía del lugar viene determinada por la pesca, que es fuente de sustento de la mayoría de los habitantes, aunque se realizan muchas actividades alrededor de este sector como, por ejemplo, la construcción de embarcaciones, la fabricación de redes de arrastre o el propio proceso de envase y deshidratación del pescado. El pescado y los crustáceos, también son, como no, la base de la dieta de los lugareños que complementan con arroz, huevos y verduras.
Una característica de muchas casas flotantes es la trampa para peces, un agujero cubierto en el suelo de la casa bajo el que queda flotando una red. Los habitantes del delta han utilizado este método para pescar durante generaciones
Estas aldeas, para muchos turistas, bucólicos parajes fuera del tiempo, están sometidas a unas condiciones de vida difíciles y registra un índice de pobreza elevado. No cuentan con electricidad, gas o agua corriente. Los habitantes de estos pueblos consumen el agua contaminada del lago lo que provoca graves problemas de salud.
En estos pueblos flotantes predomina una mayoría vietnamita que convive con distintas etnias como la minoría musulmana, la cham, la china y los camboyanos. A pesar de la diferencia cultural, y también religiosa, parecen convivir pacíficamente en los poblados, así cada familia celebra sus rituales culturales y religiosos con naturalidad.
Los descendientes de estas tierras inundadas han mantenido las tradiciones de sus ancestros, pero no han renunciado al bienestar de la modernidad. Muchos tienen instalada una antena parabólica en la azotea. Tampoco faltan los establecimientos propios de una urbe postindustrial: gasolineras, desguaces, talleres mecánicos, y boutiques de estética como peluquerías, tiendas de moda o salones de belleza.
Aunque este particular estilo de vida ha condicionado los hábitos de la gente también ha dejado mella en sus cuerpo. Se registran muchos casos de desviación de columna vertebral o problemas de rodilla y cadera, ya que muchas personas habitan en barcas diminutas que les impiden mantener una postura erguida o dormir con el cuerpo extendido.
Esta geografía humana, forjada en los hábitos más cotidianos, tiene su continuidad en las nuevas generaciones que asoman por la ventana de sus chozas. Cuando llegan las hordas de turistas, eso sí, se suben a la barca y reman hacia ellos para llamar su atención y conseguir algún dólar.
2 comentarios:
Hola, ver a la gente sentada en una pequeña canoa, vendiendo fruta o pescado siempre me ha llamado la atención, pienso que la vida de estas personas es muy distinta a la nuestra, ellos carecen de electricidad, agua corriente, ¿os imagináis siquiera un mes en esas condiciones? creo que los gobiernos deberían de hacer intercambios con personas adultas, para que cada parte valorase su situación....
Ahora mismo necesito un flotador de gasolina para mi auto peropor lo visto te la pasas muy bien en estos pueblos flotantes
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